Hay distintas formas de conocimiento.

El basado en la experiencia y la elaboración de contenido posterior que se comparte a raíz de él, y está cimentado en las conclusiones directas de esa experiencia en primera persona. La impagable E de experiencia.

Existe el conocimiento de quien accede a ese material que alguien ha creado y le dedica el tiempo suficiente para comprenderlo en profundidad y a la vez sacar sus propias conclusiones. Pero este segundo conocimiento siempre carecerá de la profundidad que otorga la vivencia directa de la realidad y será apenas una sombra, un reflejo fatuo de quien la vivió en persona. La pagable C de cultura.

Existe finalmente una tercera manera de conocimiento (aunque este quizá no deberíamos llamarlo así) que consiste en la información, mascada, resumida y cercenada, re-elaborada y deformada casi siempre para servir a un interés. Generalmente proviene de personas que han dedicado tiempo a cultivar ese segundo conocimiento y lejos de transmitirlo de una manera veraz y prístina, ven en él la manera de apoyar usándolo de manera sesgada y descontextualizada, parte de lo que le ha aportado, para apoyar fines generalmente nada loables. El receptor de este conocimiento tiene la sensación de que está recibiendo una ganga, ya que generalmente consumir la segunda forma de conocimiento es complejo y lleva su tiempo, y sin embargo aquí cree que han curado para él la esencia del mismo y se la sirven cual regalo para que aparente una sabiduría a la cual hubiese dedicado un tiempo cuando no ha sido así. La indeseable D de la desinformación.

Lo que suele conllevar abusar de esta tercera forma de acumular información, es que las conclusiones que ya nos dan formadas no atienden a nuestro criterio, que posiblemente habría llegado a distintas conclusiones y destacaría distintos principios de haberse decantado por la primera o segunda forma de conocimiento.

Por añadidura, carece de la profundidad conceptual de la primera y segunda forma de adquirirlo, de manera que cuando cualquiera cuestione el precepto que nos ha llegado como conocimiento depurado y que sin duda estaría apoyado por diversos razonamientos para llegar a esa conclusión, de los que nosotros como consumidores de esta tercera forma indeseable careceremos completamente, así que, si los hemos adherido a nuestros principios y de algún modo pensamos defenderlos, careceremos de argumentos con los cuales hacerlo.

Asumo que gran parte de la agresividad y la polarización que se observa en la sociedad viene por la ignorancia, que causa ansiedad a la hora de esgrimir argumentos de peso contra quienes cuestionen lo que hemos adquirido como si fuese conocimiento pero que no son al final más que fragmentos desvinculados de información que han sido transformados en dogmas para blindarlos contra quien quiera razonarlos en profundidad y que podría poner al descubierto su poca sustentación, o al menos el hecho de que la gente defiende muchas veces ideas que en absoluto se correspondería con lo que realmente pensarían de un tema aplicando su criterio si tuviesen un conocimiento más profundo del mismo.